El tema de los incendios se simplifica generalmente desde el ámbito conservacionista argumentando que España ha sido plantada con pinos en exceso por una ambición forestal equivocada, sustituyendo los bosques autóctonos por coníferas.
La realidad histórica parece que no es cierto y que España a finales del siglo XIX, en realidad, era en gran parte un enorme desierto erosionado donde la vegetación fue aniquilada por un aprovechamiento milenario del mundo rural, el único que hubo por lo menos durante los últimos dos mil años.
El aprovechamiento de la leña como ´combustible y el intenso pastoreo que utilizaba el fuego dieron origen a un paisaje que en la actualidad es totalmente desconocido para el mundo conservacionista.
Imágenes y datos procedentes de la presentación del biólogo e ingeniero de Montes, Luis Gil Sánchez en su ponencia Pinares rodeados de la mala fama y falsos mitos sobre su papel en el sistema vegetal.
Así era en general el paisaje de España a principios del siglo pasado. La intensa explotación maderera dejó un paisaje arruinado de bosques. El aprovechamiento intenso ganadero y sus fuegos y la industria basada exclusivamente en la utilización de madera ha sido la causa.
Una primera reflexión para evaluar si como dicen los actuales tecnócratas de la gestión ambiental es cierto que el habitante rural ha sido desde hace milenios “el jardinero del paisaje”. No nos lo parece.
PINARES, UNA HERENCIA DE LA RECUPERACIÓN AMBIENTAL
Como indica en su trabajo de investigación Luis Gil, la utilización de pinos para repoblar áreas casi desertizadas, tenía como intención recuperar la cubierta vegetal destruida durante milenios por una explotación similar a lo que ahora está sucediendo en muchos países africanos sometidos a climas cálidos.
Por lo que se ve, hace 70 años nadie pensaba en cambios climáticos y reforestar con pinos el suelo desnudo pareció la mejor de las iniciativas ambientales, a la vez que se planteaba paralelamente la creación de una importante industria maderera.
Más de dos millones de hectáreas de superficies de montes fueron plantadas con diferentes especies de pinos y otras coníferas. Pinos autóctonos en muchos casos que han caído bajo la desgracia conservacionistas de ser rechazados y estigmatizados como dañinos.
En Asturias, en los espacios protegidos está prohibido plantar pino silvestre, una especie autóctona tal como se ha demostrado por los análisis polínicos y que estaba presente en las montañas hasta hace pocos siglos, siendo erradicado muy posiblemente por el intenso aprovechamiento como combustible.
Pero viendo los datos, resulta evidente que hubo en aquella antigua y no tan antigua planificación forestal una exclusión de las especies caducifolias, ya que en comparación solamente se plantaron entre 1.940 y 1.982, poco más de nueve mil hectáreas.
Al margen de las iniciativas reforestadoras de la pos guerra española, intensificar y convertir o durante las últimas décadas hasta la actualidad gran parte de las montañas españolas en un pinar de alta productividad económica ha sido un grave error de planificación como vemos ahora.
Si hace setenta años los pinos se convirtieron en una herramienta contra la tremenda desertización provocada por la actividad humana, en las últimas décadas se trasladó la estrategia de plantaciones a monocultivos de pinos bajo criterios exclusivamente de productividad económica como estamos viendo en las imágenes que nos llegan de los grandes incendios que son incapaces de ser apagados.
No se pueden seguir plantando masas forestales que no pueden ser gestionadas adecuadamente y que ante los incendios no hay medios técnicos de apagarlos.
VOCES POR UNA NUEVA PLANIFICACIÓN FORESTAL
Son pocas las voces que alertan sobre la necesidad de modificar las estrategias de plantación en España, siempre desde el lado científico en contraposición con los cientos de artículos comentarios, debates o tertulias de todo tipo en los medios a raíz de la ola de incendios que ante la ignorancia abocan por soluciones que enrocan el problema de los incendios, más bosques y más pinos para crear más combustible que a la larga mantendrá el nivel de incendios y el jugoso negocio de la extinción.
Y hablando de combustible, el criterio más extendido es que los bosques deben de “limpiarse” como si la naturaleza estuviera sucia y como si el coste de “limpiar” el monte fuera una tontería. Parece que en el debate, aspectos como biodiversidad quedan fuera de juego, los montes son escenarios económicos en los que invertir presupuestos millonarios en limpiezas, maquinaria para grandes infraestructuras de pistas y cortafuegos, presupuestos de obra de plantación y finalmente antes de que el monte genere beneficios, como vemos, importantes presupuestos económicos para medios con los que apagar el fuego que destruye lo plantado.
Intuimos que salir de este círculo vicioso no es sencillo por los enormes intereses creados en entre el mundo forestal y la extinción.
Quizás como una alternativa han surgido por toda España proyectos de plantaciones vinculados a iniciativas no gubernamentales que tratan de paliar esta situación, plantando árboles que aportan a los ecosistemas mayores niveles de calidad ambiental, y que ante el fuego no generan incendios incapaces de ser apagados. Proyectos que compiten en ocasiones en a ver quién planta más, como si el número fuera la clave del éxito.
Plantar menos bosques y quizás más dehesas, o menos árboles y garantizar que sobrevivan los plantados. Plantar con criterio ambiental.
La regeneración espontánea es un mecanismo de reforestación natural de extraordinaria eficacia para favorecer las masas forestales, prácticamente ignorada por la administraciones públicas ya que no precisa de presupuestos económicos. La recuperación de masas forestales formadas por árboles caducifolios, robles principalmente, es enorme en algunas zonas de España después de que un incendio forestal haya arrasado una plantación de pinos.
En todo caso, en el FAPAS nos asustan las campañas de plantaciones millonarias de árboles como solución a los males ambientales.
Más bosques con alta densidad de árboles y especialmente coníferas en áreas secas no parece ser la solución en la actualidad, y quizás peor en el futuro tal como está evolucionando el clima.
Y también nos asustan las promesas de dar solución al monte quemado bajo criterios ambientales que terminan una vez más en recurrir una y otra vez las mismas plantaciones de pinos tras cada incendio.
Reflexión ante los incendios y las plantaciones de pinos:
Parece que el pino se ha convertido en el enemigo de la conservación de la naturaleza en España, pero los pinos autóctonos ibéricos deberían de ser especies a proteger y a utilizar también en España en trabajos de recuperación ambiental. Los pinos autóctonos no son por tanto los responsables de incendios que no se pueden apagar, esa responsabilidad es administrativa al aplicar técnicas de reforestación inadecuadas que acumulan artificialmente gran cantidad de combustible o son plantados inadecuadamente en zonas de gran valor ambiental sustituyendo a otras especies forestales naturales.
Se echa en falta desde el movimiento ecologista/conservacionista un debate sobre el tema de los incendios forestales y las reforestaciones ambientales, no basta con echar la culpa al pino o lanzar campaña de imagen sobre plantaciones millonarias de árboles.