Con el título de este apartado, queremos hacer un guiño a la película del maestro Hitchcock, en la que el protagonista (Jeff, un reportero gráfico accidentado), debe permanecer confinado en su casa con una pierna escayolada, y para no morir de aburrimiento, decide espiar a sus vecinos. De esta forma, la ventana del apartamento se convierte en otra pantalla, y el propio Jeff (James Stewart), ejerce como espectador de las distintas historias que se suceden en el vecindario.
Emulando la magia del cine
Así debió de sentirse Alfonso Hartasánchez cuando en 1998 obtuvo la primera fotografía de oso pardo, por medio de aquellos desconocidos e incipientes equipos de fototrampeo, después de que una impresionante nevada lo dejase aislado en su casa de Somiedo, sin mucha capacidad de movimiento. Como bien explica en este boletín del 2007, hasta ese momento no había comprendido muy bien la utilidad de poder espiar a sus peludos vecinos, hasta que comenzó a ponerles cara, y acabó totalmente subyugado por el invento.
Tanto es así, que con la llegada de la era digital, solo en el concejo de Somiedo, llegaron a procesarse 24.049 fotografías de oso pardo entre los años 2010 y 2021, almacenadas en la base de datos URSUS, en forma de contactos fotográficos.
Aquí vemos a Joaquín colocando una de esos primeros artefactos de “fabricación casera”, al que a una simple cámara de carrete, se le acoplaba un sistema de detección (movimiento o infrarrojo).
Foto de familia
Gracias a las cámaras de fototrampeo, pudimos “espiar” al macho VALENTINO desde 1999 hasta el 2013, durante la friolera de 15 años ininterrumpidos. En la fotografía vemos al equipo de FAPAS (Jandro, Fonso, Doriana y Monchu), allá por el año 2001, activando la estación fotográfica mediante un sistema de pedal. Alfonso, en la foto-prueba, me vigila atentamente mientras piso la placa que está escondida entre las hojas, no vaya a cargarme el invento; y lo mismo hizo el macho VALENTINO al día siguiente, aunque no con tanta delicadeza, ya que los osos llegaban a doblar las placas de metal, o a desenterrarlas.
Como ya hemos comentado muchas veces, las cámaras son nuestros ojos y oídos en el monte, vigilando las 24 horas del día, por lo que se han convertido en un elemento incómodo del paisaje, para aquellos que practican delitos contra la fauna, amparados por la inmensidad del territorio, y la connivencia de los que mandan.
Por eso, al ir a revisar las estaciones de fototrampeo, podemos llegar a encontrarnos este tipo de mensajes subliminales, en lugar de nuestras cámaras.
Por el contrario, hay otra gente que parece acoger con entusiasmo la gran labor del FAPAS, como aquella gallarda moza que después de posar sonriente ante el objetivo se marcó un “Culis monubentalibus” tipo Úrculo, para acabar de seducirnos con sus posaderas… en el no va más de la fotogenia.
Anécdotas aparte, al igual que en la película de Hitchcock, tras las cámaras del Fapas no solo desfilan osos, lobos o águilas pescadoras. Estas indiscretas ventanas nos permiten ser espectadores de excepción de todos aquellos acontecimientos protagonizados por las grandes y pequeñas “estrellas” de la montaña cantábrica, y por ello queremos compartirlo con vosotros a través de esta sección.