Así podríamos ir rellenado un montón de páginas con osos muertos que en su día aparecieron en las noticias de la prensa.
Pero bastan no más de los días de una semana para que estos osos muertos pasen al olvido.
Casi todos con una breve exposición de motivos de su muerte por parte de las administraciones públicas: el oso ha muerto por causas naturales.
Al menos, ya hemos avanzado algo, las necropsias no vienen firmadas por un catedrático jeta que inculpa a otros osos de la muerte, “se pelearon entre ellos”.
El oscurantismo, la nula información, la justificación de que tantas muertes no son responsabilidad de nadie es en definitiva la información que llega a los ciudadanos sobre estas muertes.
Es como si en el caso del oso pardo, una especie estrictamente protegida y en peligro de extinción, estas muertes no tengan ninguna incidencia en la conservación de la población.
A esta estrategia de no dar importancia a la muerte de osos, se une una campaña descarada de la Fundación Oso Pardo argumentando que la población osera cantábrica alcanza ya los 350 ejemplares. Una cifra que parece alentar a que la muerte de osos carece de importancia, pues ya hay muchos. El problema parece que es otro, la inseguridad, el acercamiento de los osos al hábitat humano.
Desde FAPAS entendemos que esta situación debe de cambiar. No es cierto que la población cantábrica posea en la actualidad 350 osos, no hay ningún censo oficial que sostenga esa cifra.
Es en realidad una cortina de humo que trata de ocultar una realidad cada vez más evidente. A la muerte de osos se sucede una situación crítica de la población oriental que pierde efectivos y capacidad reproductora.
Una estrategia que FAPAS denuncia desde hace años tanto como una actitud de las Administraciones Públicas como de una ONG que trata de aparentar su independencia, cuando la realidad es que la FOP es una institución íntimamente ligada a las administraciones y lamentablemente dependiente de ellas para mantener esa línea de financiación que la permite sobrevivir.
Hace 13 días que esta osa moría tras horas de espera para que el Gobierno de Asturias interviniera en su rescate. Una agonía que llenaba de rabia e impotencia a quienes la contemplaban mientras se tomaban decisiones, llegaban los medios técnicos y finalmente se la mataba, pues aunque lo nieguen mil veces, una vez más un ejemplar al que se le va a rescatar muere cuando se le inyecta la anestesia.
Firma la petición de FAPAS en CHANGE para hacérsela llegar al Secretario de Estado de Medio Ambiente del Gobierno de España