Como si estuviéramos en la película de Atrapado en el Tiempo, cada primavera la historia se repite incansablemente sin que nadie se decida a aceptar que el cambio pasa por uno mismo. Los ganaderos se empeñan en no efectuar una reforma en su actitud y maneras de hacer con el ganado, y el Principado sigue sin tener el valor de poner las cartas sobre la mesa y cambiar la gestión del lobo que a estas alturas ha demostrado ser ineficaz y errónea.
Hoy los ganaderos de buena parte de Asturias se manifestarán para exigir que vuelvan las batidas. Desde FAPAS abogamos por un cambio de estrategia que ya se reclama incluso desde Europa. La solución al conflicto pasa por la utilización de medidas preventivas contra los posibles ataques; cercados, burros o mastines, presencia de pastor, y muy importante, preservación del ecosistema para que no escaseen las presas salvajes.
Hay que dejar claro que si el Principado cede a las peticiones de permitir las quemas y de abatir lobos, lo único que va a conseguir es que la situación se agrave.
Y entre dimes y diretes nuestro lobo sigue siendo acosado, perseguido y aniquilado por el egoísmo y la incapacidad del humano para la coexistencia. A día de hoy muchos son los ganaderos de otras regiones que han dado el cambio, que han entendido la importancia que tiene la permanencia de esta especie en los territorios y que en realidad no es un enemigo, sino un aliado. En la zona de Zamora donde la densidad de población del cánido es muy alta se han adoptado las medidas adecuadas y se ha minimizado el conflicto.
Como último apunte, dado que en muchas ocasiones los ganaderos se escudan en la tradición de la ganadería para librar su batalla en contra del lobo, cabe recordar que precisamente son ellos los que han dejado de lado la misma. Parece que se les ha olvidado que no hace mucho tiempo, los vaqueiros subían en mayo con sus reses a las brañas altas donde vivían hasta septiembre ocupándose de su ganado y del entorno. Esas mismas brañas que ahora nos muestran muros derribados y cabañas (teitos) derruidas por el abandono, las mismas donde los padres y abuelos de los ganaderos ejercían su oficio y convivían con el lobo. También parecen haber olvidado a esos pastores que ya desde niños salían sin más defensa que una vara y algún perro a cuidar de sus rebaños y que como confirman las crónicas, nunca sufrieron ataques directos de los cánidos.
A día de hoy hablar de tradición por parte de este sector… sinceramente, parece un insulto a sus ancestros. No olvidemos las mejoras y las facilidades que la administración les ha brindado para que puedan realizar su trabajo de la manera más cómoda, ayudas económicas para maquinaria e instalaciones, subvenciones por la ganadería, pistas de acceso a las brañas altas. Mala costumbre esa de querer todos los derechos y ninguna obligación.
Esperemos que más pronto que tarde se llegue a un acuerdo que nos beneficie a todos y este, amigos, pasa por permitir al lobo vivir en todo el territorio, como lo estuvo haciendo desde el comienzo de los tiempos.