Pero a lo largo de los últimos años, para matar más jabalís, ha sido necesario incrementar el esfuerzo de caza a más días a lo largo de la semana y mayor cupo de piezas a matar en cada cacería.
Dice el Plan de Gestión del Lobo en Asturias, aprobado en el año 2015:
1. Introducción:
La adecuada conservación del lobo en Asturias requiere un marco normativo claro que permita una gestión basada en conocimientos científicos actualizados y contrastados, criterios técnicos y planteamientos de compatibilidad con el desarrollo de las explotaciones agrarias, evitando en lo posible los daños en las cabañas ganaderas, logrando la correcta compensación de los perjuicios a particulares y favoreciendo una valoración pública positiva de la especie como parte integrante de los ecosistemas regionales.
Pues bien. El Gobierno Regional se niega a autorizar ningún estudio científico sobre el lobo que no sea realizado por ellos o bajo su estricto control.
Debemos de recordar que FAPAS solicitó llevar a cabo un programa de seguimiento de lobos que fue rechazado gracias a la total oposición del biólogo Alberto Fernández Gil de ASCEL, en un manipulado y maquiavélico plan organizado desde la propia Administración asturiana como representante de las organizaciones ecologistas.
Suponemos que Alberto Fernández Gil hubo de pagar el peaje de bajarse los pantalones ante quienes le habían financiado sus estudios sobre el lobo, la propia Administración asturiana, o por aquello de lo que no pueda hacer yo, no lo haga nadie.
Ahora vemos las consecuencias. La presión sobre el lobo en Asturias es total, y no hay más elementos de oposición técnicos independientes que aquellos que pueda presentar el FAPAS, con sus trabajos de seguimiento de fauna con cámaras automáticas y trabajo de campo.
Pero falta totalmente una información independiente que demuestre cual es la verdadera situación del lobo, en especial conocer su dinámica poblacional, la composición de los grupos familiares, uso del territorio, etc.
Pero no tenemos esa información y la Consejería dice que sí y por eso insisten en matar lobos para bajar la alta densidad de ejemplares que viven en las montañas cantábricas.
Y, ¿qué comprobamos?.
Pues que las poblaciones de jabalí y ciervos en las grandes Reservas de Caza están en una acusada fase de disminución poblacional, a causa de la excesiva y constante presión cinegética.
Peor aún la decisión de mantener en algunas áreas la caza de hembras de ciervo, pese a saber la Administración que está llevando a esta especie a mínimos poblacionales en algunas áreas donde hay presencia estable de lobos y abundantes daños a la cabaña ganadera.
Cientos de batidas se van a desarrollar en las mejores áreas de la Cordillera Cantábrica coincidentes con las mejores áreas de presencia de lobo.
Para conseguir justo lo contrario de los que dice también el Plan de Gestión del Lobo:
a) Potenciar la recuperación de las poblaciones de ungulados silvestres en zonas de alta incidencia de daños de lobo sobre la cabaña ganadera, teniendo siempre en cuenta las necesidades de conservación del hábitat y de otras especies.
LA CULPA LA TIENE EL LOBO
La ausencia de información técnica, el enorme desconocimiento que posee el mundo de la caza sobre la fauna silvestre, la creencia de que el cazador es un experto en ecología, lleva a muchos cazadores a la consideración de que la culpa de esta disminución de las poblaciones de especies cinegéticas es a causa de la exagerada población de lobos que hay en las montañas.
Un círculo cerrado y viciado, donde el lobo es permanentemente cabeza de turco. Una situación que justifica a la Administración a llevar a cabo sus acciones de control de lobos con total impunidad.
La impunidad es que nadie puede poner sobre la mesa argumentos, trabajos de campo, investigaciones científicas independientes que se opongan con contundencia a las maniobras políticas de una Administración que ha visto en el lobo un auténtico chollo para hacerse con el voto rural, vistiéndolo de animal dañino, y que por su culpa el mundo rural de las montañas está en peligro de extinción.
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