Pocos animales hay tan esquivos como el gato montés; como buen felino es silencioso, sigiloso, huidizo y sumamente ágil, lo que dificulta sobre manera los encuentros con él. A pesar de que Asturias cuenta con una buena población de éstos animales habitualmente pasan desapercibidos a la mayoría de los humanos.

Aunque es de hábitos principalmente nocturnos, no es raro captarles con su tranquilo y armonioso caminar durante las horas del día. 

El pelaje del gato montés es gris oscuro o amarronado con patrones atigrados, se observa una línea negra que recorre su lomo y desaparece en la base de la cola.

La cola, que además sirve para diferenciarlo del gato doméstico, es muy gruesa, con forma redondeada y siempre acaba en negro, le preceden dos o tres anillos también negros. Es característica, igualmente, la parte de atrás de las orejas que presenta un tono rojizo y el mechón blanco de la barbilla.

La alimentación principal son los roedores, aunque si hay una buena disponibilidad de otras presas también pueden introducirlas en su dieta, aves, lagartos, conejos, culebras. Posiblemente su dieta es lo que le ha ido salvando de ganarse enemistades con el humano, ya que no influye en los intereses del último.

Aunque a día de hoy en Asturias su población goza de buena salud, la tendencia poblacional es negativa por las amenazas crecientes: la alteración y destrucción de hábitats, los atropellos, el veneno, la gestión de la caza mayor, el cambio climático. Aumenta en los últimos tiempos, la presión turística, que produce un estrés fisiológico que afecta a la gestación y cuidado de los juveniles.

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