En estos días no hay tregua, el sol y la lluvia se alternan con una temperatura constante que hace que nuestra tierra se muestre así de exuberante. Y es que con esta humedad ambiental, caminando entre los frondosos helechos, se siente uno como si estuviera en mitad de la selva.
Nuestras desbrozadoras y motosierras inundan con su eterno ronroneo los terrenos que nos rodean y se funden con el trino de las aves que nos observan curiosas. Mientras, incansables, abrimos palmo a palmo los caminos y limpiamos las fincas que albergarán los nuevos frutales que hemos visto crecer bajo nuestros cuidados en el vivero.
Cerezos, ciruelos, perales, serbales...pasarán a conformar los nuevos paisajes de estos lugares ya en desuso y ayudarán a revitlizar la vida de las praderías y de los bosques aledaños.
Ni el calor, ni el agua, ni las plantas que se diría salieran de la época jurásica por su tamaño, ni las incansables moscas y tábanos que nos rodean amenazantes, consiguen que nuestra fuerza se vea mermada en esta laboriosa tarea.
Cuando el objetivo es una mayor diversidad forestal y paisajística, es decir, una mejora en la calidad de vida…el desánimo no tiene cabida. Saber que tu labor va a favorecer a tantas especies te aporta una energía extra para afrontar cada reto con una sonrisa y una energía inagotable.
Y tú tienes la oportunidad de sentirte así de bien formando parte de este proyecto a través de las diferentes opciones que tenemos y que puedes consultar en la página o bien a través del siguiente enlace.