La pelea es un indicador para estas aves, puesto que la disponibilidad de tener comida para alimentarse no es de una abundancia que les permita relajarse en su comportamiento.
Pueden pasar días, incluso semanas sin probar bocado y debe de ser cierto puesto que en cuanto localizan alimento, se desata la más feroz competencia por hacerse con él.
Lo que en el cielo han sido planeos a ritmo de corriente térmica, juegos de persecución y cortejos, o en tierra un animado grupo de amigos tomando el sol en una peña, en el entorno de una carroña todo se convierte en una marabunta de gritos, saltos, picotazos y empujones.
Se desatan los comportamientos de agresividad y dominancia por mantener a raya a los demás y defender la propiedad de un cacho de carne.
La ecología de los buitres está asociada a estos comportamientos derivados de que precisamente, donde viven, en plena naturaleza, la disponibilidad de alimento no es constante. Requiere de un gran periodo de tiempo de búsqueda.
Y cuando se encuentra, el de aprovechar la oportunidad de tragar la mayor cantidad de comida posible, pues el ritmo de localización les lleva a días de inanición. Son ciclos biológicos que desarrollan en función de esa disponibilidad de alimento, ya precaria de por sí de manera natural y condicionada por usos del territorio bajo la mano del hombre y el manejo de sus ganados.
Es por eso que hace tanto daño a las poblaciones de buitres la eliminación absurda de las carroñas en la naturaleza. Una legislación ciega, aplicada por Administraciones insensibles con la conservación de la biodiversidad les hace mucho más hambientos tan solo con que se les retire la carroña que representaba su próxima oportunidad.