Lo mataron el último día del mes de Octubre de 1.988 y ahora sabemos que aquella batida de caza tenía como objetivo matar a un gran oso que había sido detectado en los montes palentinos de Brañosera. La partida se caza cobró su pieza, comenzando el espectáculo de mostrar a la fiera muerta a la población. Podía haber sido una crónica de hace un par de siglos, pero no, era ya en plena democracia y con los leyes de protección de la naturaleza en vigor.
Pero en aquellos años aún no había sensibilidad por la conservación de los osos, ni en quienes ostentaban su aparente conservación.
Después de su muerte y el pequeño circo surgido ante el cadáver del oso abatido a tiros, los trofeos, cráneo, piel y manos, pasaron a manos de la administración y el cuerpo, la carne, autorizada a comérsela por quienes lo habían matado. Ni asomo administrativo en esos momentos de aplicar Ley alguna.
Sin trofeo que colgar de la pared de casa, el cuerpo del Rubio terminó en el lugar noble del pueblo de Brañosera, el basurero, de donde el Catedrático de Zoología Francisco Purroy rescató para llevárselo a la facultad y posiblemente hacer la única necropsia fiable que se haya hecho a un oso en esa Universidad.
La imagen no puede ser más patética, el resto del oso tirado entre basura, somieres y otros enseres como si fuera un mueble viejo. Qué vergüenza.
Aquello no podía quedar así y FAPAS llevó ante los tribunales al autor declarado de la muerte del oso. Varios años de juicios para definitivamente quedar exonerado el autor material de la muerte a tiros de El Rubio, lo mató en defensa propia. Ese fue su discurso, un discurso que ha llegado hasta nuestros días en algunos casos de muerte de osos, principalmente en los Pirineos.
El autor de su muerte se acogió a su derecho de poder mentir siendo acusado en un proceso judicial. Le libró de penas pecuniarias o de prisión, pero del FAPAS no se libró, hubo de soportar un largo e incómodo proceso judicial de varios años que con seguridad le permitieron a él y a sus colegas de armas sentir la presión de la justicia en el cogote hasta conocer la resolución final.
NECROPSIAS Y PELEAS, EL ACTUAL FRAUDE
Aunque parezca increíble, la historia de la protección del oso en los montes cantábricos ha sido una sucesión de oscuras actuaciones para evitar o bien que los autores de las muertes de osos no fueran descubiertos, o evitar que las muertes de osos lo fueran a causa de malas prácticas de gestión ambiental por las administraciones.
Ha costado, pero se ha conseguido que las necropsias de osos muertos dejasen de ser manipuladas para que nunca hubiera una responsabilidad que involucrase a las administraciones públicas encargadas de la conservación de esta especie en peligro de extinción.
Y una vez más, ha tenido que ser el FAPAS la única organización que se ha atrevido a plantar cara a los omnipotentes funcionarios públicos convertidos en dioses. Durante años, las necropsias realizadas a los osos que han ido apareciendo muertos en las montañas cantábricas estaban rodeadas de manipulación, oscurantismo y presuntas ilegalidades.
Hoy, las nuevas necropsias tratan de descubrir causas que terminan, como en un círculo vicioso, conectando con la muerte de El Rubio, en aquel caso la argucia de tener que actuar en defensa propia, ahora la argucia de que todos los osos se matan en peleas entre osos.
Algo hemos aprendido en estos 35 años, no nos podemos fiar de nada ni de nadie. Hay que seguir luchando por la protección de los osos.