“Aunque nos pueda sorprender, en varios puntos de la montaña asturiana, en el dominio de los grandes bosques caducifolios, hay pequeñas plantaciones de eucaliptos. Normalmente, la presencia de estos árboles, situados en los linderos de los bosques o en mitad de una campera, se limita a unos pocos ejemplares plantados, hace muchos años, por el capricho de algún paisano. Sin embargo, al oso pardo la presencia de esos escasos eucaliptos no le resulta indiferente, y si dispone de ellos en sus amplios territorios los utilizará con regularidad, marcándolos intensamente con zarpazos, descortezamientos y mordiscos.
Es evidente que la resina que segregan los eucaliptos atrae poderosamente a los osos y, por lo tanto, convierten a estos árboles en uno de sus principales canales de comunicación. En este vídeo podemos ver como un gran oso, después de frotarse sobre las ramas de un abedul, se acerca al tronco de un poderoso eucalipto, cuyo tronco tiene totalmente machacado con innumerables marcas y señales.
Meticulosamente, este ejemplar dominante, comprueba si su principal “central de información” le transmite alguna novedad, como podría ser el aroma que desprende una osa receptiva, o el olor de algún macho imprudente que se entromete en sus intereses”.
Alejandro González.
CUADERNO DE CAMPO
LA QUÍMICA DE LOS OLORES
Aunque nosotros tendamos a enmascarar nuestros olores, más que a mostrarlos, el sentido del olfato resulta fundamental en la supervivencia de las especies. La percepción de los olores ocupó un lugar primordial en el cerebro de los primeros vertebrados; prueba de ello, es que cuando se desarrolló la corteza cerebral en los mamíferos, hace ya la friolera de 190 millones de años, su principal función era procesar la información olfativa, de modo que nos fuese posible localizar la comida, marcar un territorio, o demostrar que estábamos listos para dejar descendencia.
El olfato (al igual que el gusto), son sentidos químicos. Y son llamados así porque detectan sustancias suspendidas en el ambiente.
A lo largo de la evolución, la vista fue suplantando gradualmente al sentido del olfato, en los humanos. Eso quiere decir que nuestros antepasados fueron renunciando a este modo de comunicación, prefiriendo el “Eau de Parfum”, a los efluvios malolientes.
Aún así, no nos queda otra que seguir tirando de olfato, ya que cada vez que respiramos (unas 23.000 veces de media al día), nos empapamos sin querer, de un sinfín de moléculas odorantes.
Si podemos oler un objeto es porque de él se desprenden partículas volátiles microscópicas que viajan en el aire hasta nuestra nariz. También existen sólidos que no desprenden olor, debido a que a temperatura ambiente no liberan moléculas.
-DEL EPITELIO OLFATIVO, AL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL, EN UN TRAYECTO DE POCOS MILÍMETROS
A pesar de ser considerados “los torpes del pelotón” en lo que a materia olfativa se refiere, nuestro olfato resulta ser 10.000 veces más sensible que cualquier otro de nuestros sentidos, debido a su capacidad de reconocimiento prácticamente inmediata (eso es debido a que la información recibida llega al cerebro, como quién dice en un “pispás”, gracias a la escasa distancia que existe entre el epitelio olfativo, situado en la cavidad nasal, y el encéfalo). Otra característica que lo hace único, es su posibilidad de detección a grandes distancias.
-EL CANAL DE BANDA ANCHA DE LOS OSOS CANTÁBRICOS
El Oso Pardo es una especie solitaria (a excepción de las hembras con su prole), con grandes dominios vitales (sobre todo los machos) que son utilizados de forma estacional, según sus necesidades y tipos de hábitat.
Teniendo en cuenta sus costumbres esquivas, y la baja densidad de la especie en algunos puntos de la Cordillera, resulta evidente que las interacciones directas entre individuos no deben ser habituales, a pesar de que las Administraciones intenten convencernos de todo lo contrario, cada vez que aparece un oso muerto. Por ello, un olfato fino, capaz de detectar a una hembra a varios kilómetros de distancia, asociado a puntos estratégicos de marcaje, debe constituir un canal de comunicación imprescindible, sobre todo en la estación reproductora, para facilitar el encuentro entre machos y hembras.
-EL EXÓTICO EUCALIPTO: EL CHANEL Nº5 DEL REY DEL BOSQUE
Después de más de 30 años siguiendo a los osos de la Cordillera Cantábrica, a través de sus Indicios, podemos afirmar que algunos árboles son utilizados de forma repetitiva como puntos de marcaje, a través de generaciones de osos.
Cada vez que se localiza un árbol marcado, se identifica la especie a la que pertenece, se toman datos biométricos, y toda esa información se almacena, de forma georreferenciada, en la base de datos Ursus de FAPAS.
De todo ello hemos podido deducir que los osos eligen a los árboles, en función de su localización estratégica en el territorio, más que por su tamaño, o por la especie a la que pertenecen, con una excepción clara, cuando se trata de pinos o eucaliptos.
Estas especies, localizadas de forma excepcional en sus áreas de campeo, son discriminadas positivamente por todos los osos del territorio, como puntos de reconocimiento y marcaje, entre los miles de árboles que constituyen el bosque caducifolio.
La explicación, como bien apuntaba Alejandro, al principio de la noticia, debemos buscarla en los abundantes exudados que liberan las cortezas de estas especies, en forma de resinas. Se trata de productos utilizados habitualmente en la industria de la pintura, o la perfumería, que por lo que parece, resultan igual de atractivos para osos y humanos.
Si a eso añadimos que señales visuales como mordiscos, zarpazos o descortezamientos se mantienen en el tiempo de forma más duradera, ya tenemos identificado el principal canal de comunicación por el que los osos hacen llegar sus mensajes.