El FAPAS ha sido una asociación pionera en España, utilizando cámaras de disparo automático, para llevar a cabo el seguimiento de la fauna salvaje, especialmente el oso pardo.
Detrás de cada una de las imágenes del FAPAS, se esconden grandes conocimientos sobre la especie, conseguidos con mucho esfuerzo de campeo, y miles de disparos fallidos que nos ayudan a reconstruir la historia vital de cada oso, a través de sus manchas distintivas en el pelo. No tienen una gran calidad artística, pero valen su peso en oro en la lucha por la conservación de la naturaleza.
Un buen ejemplo es el macho VALENTINO: en las primeras fotografías “en papel”, este oso era un joven macho de unos 4 años de edad que con el tiempo sustituyó a “CUERVO” (un oso muerto por negligencia en un proyecto de radiomarcaje), como macho dominante del entorno de Somiedo . La vida de VALENTINO fue pasando a través de las estaciones fotográficas del Fapas, que como el oso, fueron sufriendo cambios, hasta convertirse en las cámaras comerciales que todos conocemos. El último contacto con VALENTINO fue en el 2013, coincidiendo con su declive como gran macho de la zona.
Las cámaras también sirven para censar los grupos familiares, conocer la supervivencia de los jóvenes, detectar osos con problemas.
A las bajas por mal funcionamiento, o accidente, hay que añadir las cámaras que todos los años desaparecen por robo, sobre todo cuando se inicia la temporada de caza, por lo que la mayoría de los equipos no suelen llegar a viejos, y exigen una reposición constante, al igual que las tarjetas o las pilas.
“Fonso me llama FIGALA, por mi afición a comer los dulces higos de la “figar” de Sole, al final del verano. Me distingue de otros osos, por la mancha que tengo en el lado izquierdo del cuello, en forma de corazón.
Empecé a salir en sus cámaras en el 2012, acompañada de una de mis primeras crías, y por una cuestión de coquetería, solo voy a deciros que de aquella era una osa joven de unos 5 años de edad. La osezna sobrevivió; Alfonso la llama “Techea”, y ya ha sido madre también, pero eso ya es otra historia.”
“TANO es el diminutivo de “Tibetano”, pero la genética no engaña. La información recogida en los mechones de pelo que dejo por ahí enganchados, al frotarme en los árboles, o cruzar por debajo de alguna alambrada, dice que soy un oso asturiano de pura cepa. Fonso me bautizó así, porque el collar de mi pecho guarda cierto parecido con el que tienen los osos del Himalaya (también conocidos como osos negros asiáticos). Aunque menudos alfeñiques…. yo prefiero ser el gran señor de los bosques cantábricos, ya que en estos momentos, con unos 10 años, soy uno de los machos dominantes de la zona, y no hay osa en edad de merecer que se resista a mis encantos”.
"A pesar de que los osos somos propensos a llevar una vida solitaria, nuestros hábitos cambian totalmente al llegar la primavera. Los territorios se solapan, nos volvemos más sociables, “con gran movilidad y merma de nuestra habitual glotonería”, invirtiendo todos nuestros esfuerzos en localizar a las escasas osas receptivas que campan por estas tierras. Menos mal que tenemos buen olfato y somos capaces de detectar una hembra en celo a varios kilómetros a la redonda…
Como dicen mis amigos Pancho Purroy y Tony Clevenger en uno de mis libros preferidos, los machos de mi especie somos polígamos y muy agresivos frente a competidores masculinos; y aunque nada tienen que ver nuestros cortejos con el galanteo de los humanos, ya os digo yo que en la Cantábrica, la sangre no suele llegar al río, saldándose cada final de temporada con multitud de mancaduras en el hocico y belfos, los flancos, o algún trozo oreja perdido por un mordisco…. Qué se le va a hacer, es lo que tiene ser el Señor del Bosque".
Qué gran responsabilidad. Ya ha comenzado la temporada de celo en la Cordillera, y si quiero seguir siendo el Señor del Bosque…. tendré que estar a la altura, no vaya a ser que algún jovenzuelo con ganas de destacar esté pensando en destronarme.
La cosa es patear sin descanso; cortar rastros, comer poco, marcar y hacerse notar…. Dicho así no parece un planazo, pero no queda otra, si lo que se trata es de cubrir al mayor número de hembras receptivas, con las que perpetuar tu propia descendencia. Pero eso sí, para ello debemos cumplir ciertas reglas, si no queremos acabar tirando piedras sobre nuestro propio tejado….
Tanto a los machos como las hembras nos va lo del “POLIAMOR”, lo que quiere decir que podemos aparearnos con diferentes osos y osas en la misma época de celo. Esto, además de parecer divertido, permite que las hembras puedan tener crías de diferentes machos en el mismo parto: una solución que refresca nuestros genes, y que además, previene gran medida el infanticidio. Porque, ¿qué padre en su sano juicio atacaría a un grupo familiar para poder aparearse, sabiendo que alguna de las crías podrían ser suyas….?
No obstante, en previsión de que a algún oso “se le vaya la pinza”, las sabias madres acompañadas sus crías del año, se cuidarán muy mucho de cruzarse en el camino de un macho en celo.
Dicen los científicos que las osas no se reproducen cada año. Nuestros pequeños nacen diminutos, en la cueva y en pleno invierno, y por eso necesitan una atención continua y muchos cuidados. Y aunque no van a la escuela como los cachorros humanos, deben someterse a un duro aprendizaje, basado en la imitación y el juego, en exclusiva compañía de sus sufridas progenitoras. El “máster” de especialización suele durar un año y medio (el tiempo en el que las madres vuelven a entrar en celo). En ese momento, los jóvenes (ya subadultos), estarán preparados para afrontar la vida adulta.
Pero como vais a ver, esa afirmación no resulta del todo cierta. Aunque el año 2021 parí al menos una cría, la pronta desaparición de la misma por causas naturales, me permitió entrar nuevamente en celo, y perpetuar el cortejo con el macho PINTO a mediados del verano.
El noviazgo cuajó y tuvo éxito, así que os presento a mis nuevas crías, nacidas contra pronóstico en el año 2022
Haz clic aquí para apadrinar a un oso.
Cargando...