Los hay que en cuanto llega el frío buscan un buen refugio y se echan a dormir.
Otros son capaces de pasarse unos días sin comer, acostumbrados a un régimen alimenticio en el que comen solo cuando encuentran alimento.
Pero hay otras muchas especies que sobreviven recurriendo a una alimentación extrema, que no la aprovecharían nunca en situaciones normales.
Entre estas especies se encuentran algunas razas de caballos. Por ejemplo, los asturcones.
¿Qué tienen de singular estos caballos?. Pues ni más ni menos que proceden directamente de los caballos salvajes, quizás una selección de los más genuinos caballos salvajes que ha habido en Europa y que se distinguen por su rusticidad, su enorme capacidad de supervivencia y por que un día fueron, junto con otros ungulados las especies más abundantes que poblaban las montañas.
Estos días de situación extrema climática de frío y nieve, podemos ver a los asturcones comportándose como auténticos caballos salvajes, sobreviviendo igual que lo hacen ciervos, corzos o rebecos.
Su capacidad de alimentación les permite, al contrario que cualquier otro tipo de caballo doméstico, sobrevivir en plena naturaleza, igual que un animal salvaje, que lo es.
Los temporales de invierno y las grandes nevadas que están cayendo en la Cordillera Cantábrica, nos está permitiendo observar el comportamiento de la pequeña manada de asturcones que el FAPAS posee en las montañas de Teverga.
Que son animales con evidente identidad salvaje lo pone de manifiesto el que en ningún momento intentan guarecerse. Donde viven, aunque hay cuadras, por mucho frío que haga o la nieve cubra con un gran espesor la montaña, prefieren dormir al descubierto, siempre en grupo, protegiéndose en manada.
Ante la falta de alimento escarban con sus patas en la nieve para dejar al descubierto la hierba que ha quedado oculta.
Y si es necesario, se alimentan de las ramas finas de los árboles aunque no tengan hojas. Su instinto salvaje, después de varios miles de años, sigue vivo en ellos.