La lucha desatada  por “deportistas” de la pesca solicitando matar  la fauna de los ríos por entender que compiten con su actividad, es el marco de  mayor  egoísmo que se puede  establecer en una actividad vinculada con el medio ambiente.

La campaña viene de lejos y de largo y afecta aaquellas especies que estos pescadores que se llaman practicantes de una actividad deportiva interpretan  que les genera competencia.  Las presiónes sobre los políticos, como bien dicen los medios de comunicación calan y encuentran eco.

Hay argumentos   más que suficientes de peso científico para   contradecir esta irracional postura de pescadores y políticos, pero quizás sea suficiente la reflexión de que ya de por sí, la actividad humana, aquella que permite  sobrevivir al ser humano y por tanto se convierte en necesaria, impacta   de manera sobradamente grave como para que  se aplique con mayor  egosimo y crueldad  la intencionalidad de matar.

A la vista de este cormorán castigado de por vida a vivir con el anzuelo clavado en su pico, nos podemos dar una  idea de los cientos de miles de aves que   mueren a causa de la práctica de la pesca. Una pesca que   nos permite ir al supermercado y comprar comida para alimentarnos y que adquirimos sin ser conscientes de  las implicaciones ambientales colaterales que tiene el sencillo hecho de comernos un pescado en la mesa de casa.

Para que un pez  llegue a nuestro plato, miles de aves mueren enganchadas en las artes de pesca.  ¿No es suficiente sacrificio ambiental  ya?.