Los lobos acuden a alimentarse de la carroña abandonada en la montaña

La oportunidad de controlar las pocas carroñas de ganado  que quedan durante el invierno en zonas inaccesibles donde  habita  el lobo  en la cordillera Cantábrica, demuestra, una vez más y hasta la saciedad,  el aprovechamiento que hacen de ellas  esta especie y otros  animales salvajes.

El empecinamiento administrativo en poner todos los obstáculos para que las carroñas de ganado doméstico  no se queden en el monte, no puede ya,  ser más que el cumplimiento de unos objetivos bien planificados.

Lo han demostrado estudios científicos. Desde que se recoge el  ganado doméstico muerto, ha variado la dieta alimenticia del lobo   incrementando el ataque a la ganadería doméstica.

Un efecto  que se manifiesta  de manera gráfica y tangible con el  control de las carroñas. Sin embargo, ante estas evidencias, las voces  que claman por  matar al lobo no se alinean con medidas que permitirían una disminución de los daños.

Hemos de creer que los daños interesan, claro que sí, y más a aquellos sectores que reivindican machaconamente la necesidad de matar lobos como solución a un conflicto que  en parte es artificial y alimentado por estos intereses.

Políticos y sindicales  en lucha por la defensa  de una falsa  actitud  de protección de la ganadería que en el fondo  les beneficia, ya que alimenta  sus intereses de lucha política.  El lobo como cabeza de turco.

A su vez,  la población de buitres sufre un severo impacto en aquellas áreas donde la recogida de cadáveres es sistemática

La retirada de las carroñas de la naturaleza, ha supuesto en los últimos años el mayor impacto negativo para la supervivencia de esta especie en algunas áreas de España.